Ellos se sienten a menudo culpables de la violencia y responsables de mejorar la situación.
En consecuencia, diferentes trastornos pueden manifestarse como enuresis (orinarse en la cama), trastornos del sueño, trastornos en la alimentación, dolores de estómago, dolores de cabeza, agresividad, ensimismarse o dificultades de aprendizaje.
Les bebes están especialmente en peligro puesto que ellos pueden estar afectados también por los golpes recibidos por la madre cuando están aún en su vientre.
Finalmente, viviendo dentro de una familia dónde reinan las agresiones, los niños pueden banalizar la violencia. La situación los lleva a creer que la violencia es un comportamiento aceptable.
Usted puede evitar ésto hablando con alguien cercano (familia, amigo-a) o a un/a profesional.
No se quede solo (a).